miércoles, 3 de junio de 2009

Facilonerias...

Me considero un lector "facilón"... no me malinterpreten -no quiero decir que me resulte fácil leer, al contrario, abrir un libro es una batalla descarnada con la portada-. Me refiero a que cada vez que abro un libro, soy fácil de atrapar por el relato, al punto que sólo me vienen a la mente pocas ocasiones que abandone un libro porque me pareciera malo -Jelinek, con todo y su nobel, me parece infumable-, o porque considero que aun no estoy preparado para leerlo, o que ya pasó el tiempo de hacerlo -Los tres mosqueteros de Dumas, Naná de Zola, La isla de Huxley, 20,000 leguas de viaje submarino de Verne, 100 años de soledad del buen Gabo, Rayuela de Cortazar, son unos de tantos libros que no he abierto por miedo o por desidia...- y es que los gigantes pesan y, a veces, uno los sobrestima o teme toparse con su propia ignorancia ante la genialidad de otro que idealiza (tuvieron que dejarme de tarea leer Hamlet para que me atreviera a tocar a Shakespeare)...
Pero no quiero profundizar en un tema penoso, sino en mi "facilonidad" para enamorarme de un libro. Ayer abrí, con la mencionada dificultad, "Soldados de Salamina" de Javier Cercas; después de consumir los cada día más sagrados alimentos, note que aún faltaban cerca de 2 horas y media para entrar a un examen de actuación que me interesaba ver en el foro de la Facultad de Humanidades de la UAEM, y pensando que resultaba engorroso regresar a mi casa y después regresar -sabia que si regresaba a mi casa no regresaria- regrese (¿se dan cuenta que uno muchas veces regresa y pocas veces se va?) al auto a ver que me encontraba para leer... bajo un sueter encontré "Asterix y los laureles del Cesar" y pensé, -esto me entretendra lo suficiente. Al levantarlo, divisé el libro en cuestión, ya no recordaba que lo había tomado después que la dueña de mis quincenas me dijó que le parecía entrañable. Aborde, triunfante, la lectura...
"Fue en el verano de 1994, hace ahora más de seis años, cuando oí hablar por primera vez del fusilamiento de Rafael Sanchéz Mazas..." y ¡bla, bla, bla! La entrada a la maestría, la beca, preparar clase, la Margara Francisca y su folklore en el televisor de la cafeteria, un saludo, una conversación corta con el oportuno interrogador -¿Cómo estas? ¿Qué has hecho? ¿Qué ha pasado con los proyectos de teatro? ¿Como ves que Sutano...? Un gusto saludarte, que bueno verte, etc...- y así pasaron las primeras páginas, sin más interes que el interes de matar el tiempo.
Cerre el libro unos minutos antes del examen -en verdad media hora antes, ¿para qué seguir leyendo sino pongo ninguna atención?- y dieciseis páginas después.
Comence una conversación interna.
YO.- Creo que el dichoso libro no me "llama"...
yoito.- Se ve interesante, abordar la visión hacia el pasado de la guerra civil planteando como heroe a un falangista es nuevo. No lo dejes. Es importante para Karla.
YO.- Pues sí, pero... No me concentro. Además, tengo tres libros sin terminar.
yoito.- ¿Y cuantos de esos libros es de narrativa?
YO.- Ninguno... pero la maestría, las clases, el libro que me regaló Pancho... tengo que terminarlos.
yoito.- ¡Pinche necio! vete a ver el examen, regresas a tu casa, te pones a jugar en la compu, ves los Simpson y ya mañana retomas la lectura un poco más tranquilo. No lo vas a dejar a las primeras de cambio...
YO.- Para empezar, ¡Pinche tu padre y necia tu madre por parirte...!
yoito.- ¿Qué parte de que soy tu yo interno no entiendes, zoquete?
YO.- Ok. Me calló.

Haciendo caso de lo que yoito me decia, terminé mi dia sin más contratiempos (por si a alguién le interesa, el examen fue una decepción de esas a las que me empiezo a acostumbrar).
Hoy retomó el libro después de comprar los boletos de café tacvba, "Elefante" de Gus van Sant y "19 dias y 500 noches" de Sabina, gracias a Areli y sus "Peces de ciudad". Que ganas de deprimirse, ¿verdad? (las mías, digo). Y comienzo la ardua tarea de leer "Soldados de Salamina" y en menos tiempo del que habia pensado, sólo dos horas, llego a la mitad del libro. Me avergüenzo conmigo mismo (es decir, con yoito) y comienzo a conectar con los "Detectives salvajes". -A esto se refería Karla. La busqueda incesante y hasta enfermiza por el relato o, mejor dicho, por relatar... Los detectives salvajes, sólo que visto desde la óptica del detective, no de los que conocen al detective. Y me encuentro con la frase que me motiva el post:

[...] y tuve la certidumbre sin fisuras de que lo que Sánchez Mazas le había contado a su hijo (y lo que éste me contó a mí) no era lo que recordaba que ocurrió, sino lo que recordaba haber contado otras veces.

¿Me enamoro tan facilmente de los relatos porque comienzo a crear mis propios relatos? es decir, ¿lo que recreo en mi mente es lo que esta ocurriendo en el libro o es la idea que yo me fabrico del relato y, por lo tanto, lo que yo entiendo no es lo que realmente esta pasando en el libro sino mi idea del relato que leo? Siendo así, ¿el relato me es interesante porque me dejo llevar por lo que me dice el autor, o porque al pobre autor lo mando a calentar tortillas mientras yo subo, bajo, muevo, remuevo, construyo, destruyo, deconstruyo y reconstruyo lo que estoy leyendo?

AYUDA, POR FAVOR!!!!!!!!!!!!!!!

1 comentario:

Ireneo Morris dijo...

comienzo por mencionar, con profunda admiración para areli, que ella se reventó deseo de la jelinek. 'ta cabrón. yo, por el contrario, comparto con usté ese carácter de lector facilón. en algún recoveco mantengo mi muy querido gusto por escuchar historias -a fin de cuentas leer se parece mucho a eso-, y me encanta tomar, en una tarde pachanguera, uno de paquito taibo 2, que ya leí, que ya me sé, que no es fernando del paso, pero que simplemente adoro. supongo que ese lado facilongo implica la libertad del lector, o el vicio del mal lector, que no es lo mismo pero es igual.

el viejo borges decía que lo valioso no era leer, sino releer, y tu post me ha traído el gratísimo recuerdo de cuando leí los soldados... lo despaché en varias tardes en una biblioteca, pues no había lana y no tenía préstamo. lo peor -o lo mejor- era que la biblio siempre estaba vacía y tenía un diván pocamadre frente a una ventana soleada de igual talante, ergo, de tres horas en la biblio leía una y media, las que le alcanzaba a robar al sueño. pero cada una de esas horas de lectura efectiva fueron para mí un gusto febril, un placer por recorrer el laberinto de la reconstrucción de la memoria. carajo, que el libro me encantó y tuve que regresar más tardes a leer el vientre de la ballena, otra de las novelas de cercas, y años después me cayeron los relatos reales, otro libraco de rechupete.
en fin, que el cercas es un tipo para leer, pero más para releer. y te agradezco el haberlo puesto de nuevo en mi memoria. un abrazo.

pd. felicidades por la develación de la placa. la chamba, asfixiante en estos días, nos impidió la excursión. disculpa, ya será para la otra. y vientos por los boletos de los tacubos, dos para llevar carnal. gracias