Hace poco más de sesenta años fue fundada la primera escuela de Arte Dramático en México, gracias al esfuerzo de personas que durante toda su vida profesaron el fenómeno teatral, como dirían en el argot pugilístico “con más enjundia y pundonor que con técnica”. Su amor al arte teatral fue lo que los llevo a presionar tanto autoridades como instituciones para poder fundar un centro de formación teatral en el país.
Ya con más de medio siglo de este logro en las espaldas, la llamada "comunidad teatral" mexicana parece poder ser todo menos ésto. ¿Cuantos egresados viven de su profesión? ¿Cuantos se ven obligados al "chambismo" o a la prostitución televisiva, que si bien está en todo el mundo, en nuestro cachito de tierra parece acentuarse? ningún proyecto icluyente surge de las instituciones, de las universidades o de la iniciatuva privada. Solo algunos cuantos pelean por su propio lado, más en pos de la filosofía acomodaticia burocrática que por un crear un fenómeno teatral sustentable.
No podemos decir que esto ha sucedido por la falta de gente de proyectos, por aquí han pasado gente como Seky Sano, Martín Acosta, Hector Mendoza, Mercedes de la Cruz, Claudia Ríos, Julio Castillo, Luís de Tavira, Ludwik Margules, José Sole, José Caballero, Raúl Zermeño, entre otros. Lo que sí podemos decir es que a pesar de su genio, de su conocimiento, de sus proyectos, no han alcanzado a amalgamar con esta "comunidad". Tal parece que se vuelven fantasmas que rondan en la butaqueria y los camerinos, en las bocas de los conocedores, de los cultos del teatro mexicano; anhelando una época dorada que, como todos los grandes proyectos mexicanos (la independencia, la revolución, la democracía), se quedan sólo en las buenas intenciones.
Por si fuera poco en los últimos tiempos el teatro mexicano ha tomado una tendencia contradictoria, que ya poco tiene que ver con esta idéa de la "comunidad teatral": la voracidad y la depredación. Hemos caído en el juego cómodo de la falsa competencia, lo cómodo de no ser críticos, sino criticones. Vemos a nuestros compañeros como aves de rapiña que vienen a comernos las entrañas, a demostrarnos que son más que uno. Esto, en el ámbito externo, desgraciadamente, tiene mucho que ver con la penosa situación que vive un país acostumbrado e incapaz de sorprenderse e involucrarse más alla de lo inmediato. Al interior, con pequeños rencores, filias o fobias, frustaciones, conveniencias, burocracia, envidias profesionales o solo Dios sabe, hasta problemas maritales. Estas actitudes afectan directamente el trabajo profesional, el verdadero objetivo del teatro: confrontar al hombre consigo mismo a través de la propuesta escénica. El teatro es un arte colectivo, y como tal no existe la competencia sino el compartir un escenario, por esto no podemos quedarnos solamente en la criticonería, sino en adoptar una postura, tanto ideológica como estética ante el agreste acontecer que nos mantiene siempre a la defensiva.
¿Qué no fue suficiente con las tonterías de Sarita Bermúdez, de nuestro presidente Fox o de la aparición de Felipe Calderón, de quien ya se nos olvido el recorte de más del 30% al presupuesto den educación y cultura porque no tiene un sentido estricto de mercadeo? Nos hacemos pedazos entre nosotros, cuando ya hay alguien que hace ese trabajo; y nosotros que, supuestamente, estamos en el mismo barco, queremos hundir a los que están en la proa, y los que estamos en la proa queremos hundir a los de la popa; al final nos hundimos todos.
Hacer teatro en estos tiempos es extremadamente difícil, ante la apatía de las instituciones y de la sociedad aun más; y nosotros nos ponemos trabas por cuestiones privadas, sin entender que al fin y al cabo las mayores trabas ya se han puesto desde la aparición de las leyes de la oferta y la demanda. ¿Para qué criticar a los colegas, si hay suficiente material de crítica en el mundo fuera de estas cuatro paredes? Critiquemos a la sociedad, critiquemos nuestros vicios, critiquemos al mundo por la guerra, el hambre y la destrucción del planeta; critiquemos el racismo, la intolerancia, critiquemos el sentido de la existencia, el poder, critiquemos al ser humano, en el teatro.