¿Cómo olvidar a la que nos vió abrir los ojos y a la que desaparecera con el último parpadeo? ¿Quién no vibra de emoción ante las notas de una fina soprano sublimando a una prostituta en "La traviata"? ¿O que tal la elegancia de una gimnasta en Montreal 76? ¿O los trazos surrealistas de una Andaluza que quiebran el aliento y recomponen el alma? ¿O la niña que se atrevió a escribir de una aberración menos aberrante que su creador? ¿Y la mujer que dos veces doblegó al mayor imperio masculino de la historia?
Tan increibles llegan a ser que, los hombres (los de la voz cantante -dicen- en los últimos tres milenios), sucumben ante su belleza, su determinación o su astucia; al punto que muchos de los grandes hombres, los grandes imperios y las grandes guerras han surgido o caido a causa de estas ocultas ninfas. ¿Que hubiera sido de Shakespeare sin Elizabeth? ¿Cómo concebir el gran imperio español sin Isabel? ¿O la guerra del opio sin Victoria o las islas Malvinas sin Margaret? ¿O la belleza sin "la Doña"? ¿Y la igualdad sin Simone?
Y yo me pregunto, ¿Quién no quisiera tener la determinación de Nora? ¿Quién no la rebeldia de Antígona? ¿Quien no la resistencia y la elegante caida de Blanche? ¿Quién no desearia la sensibilidad de Emma o la garra de Lady Macbeth? ¿Quién no quisiera ser deseado como fue deseada Beatriz o Dulcinea para cruzar los infiernos o luchar contra molinos? ¿Quién no quisiera amar tanto para morir dos veces como Julieta?
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